La Navidad es época de fantasmas. Todos conocemos el cuento de Dickens, pero no podemos olvidarnos de los fantasmas patrios, esos fantasmas navideños tan nuestros. Hoy hablamos de Maese Pérez, el organista de Bécquer y los secretos que esconde.
La leyenda se publicó en El Contemporáneo a finales de diciembre, entre los días 27 y 29, de 1861. La narración se ambienta en Sevilla, en la misa del Gallo, en la parroquia de Santa Inés en una época indeterminada de los siglos XVI-XVII. La población sevillana se agolpa en la iglesia para escuchar los acordes que sólo Maese Pérez es capaz de arrancar al órgano de esa iglesia. Sin embargo, la misa no comienza a la hora. Un rumor se extiende por la nave: el maestro está enfermo, muy enfermo, y no podrá acudir. Un advenedizo se ofrece a tocar y, justo en ese momento, el músico aparece en la puerta, pálido y desencajado, para tocar por última vez. Maese Pérez muere sobre las teclas del órgano al final de la misa.
Al año siguiente, el advenedizo es el encargado de tocar en la misa del Gallo de Santa Inés. Todos conocen su mediocridad y, sin embargo, esa noche toca como nunca, de manera excepcional, inspirado, poseído, por el espíritu del maestro. Al descender la escalera desde el órgano a la nave, pálido y desencajado, confiesa que no volverá a tocar allí jamás. Al año siguiente, la hija de Maese Pérez es invitada a tocar en lugar de su padre. La joven quiere templar el instrumento la noche antes y se adentra en la iglesia solitaria, pero el órgano comienza a sonar sin que nadie lo toque, aunque la muchacha ve el fantasma de su padre sentado frente a las teclas.
Los fantasmas navideños conviven con el espíritu navideño. Una chimenea, una chocolate caliente y una leyenda de Bécquer para acompañarnos en estas noches de invierno.
Y, si no, nuestro ejemplar ilustrado por Roger Olmos de la Rima LXXIII de Bécquer.