Con cuatro días de diferencia, uno el 17, otro el 21, nacieron dos de los poetas españoles más conocidos: Bécquer y Zorrilla. Febrero es un mes discreto, entre enero que se nos hace cuesta arriba y un marzo que anuncia la primavera. Sin embargo, para nosotros es un febrero de poetas.
Un poeta sevillano que creo una de las mejores leyendas de terror de la literatura española, otro castellano que convirtió el mito de don Juan en una tradición asociada al 1 de noviembre. El monte de las ánimas y Don Juan Tenorio se disputan en la noche de difuntos el honor de ser lectura o espectáculo que centre la atención de lectores o público.
Hoy, 17 de febrero, celebramos el nacimiento de Bécquer en Sevilla en 1836. Un niño soñador, pero extrovertido, que vagabundea por las orillas del Guadalquivir. Un joven que explora el arte en la pintura, el dibujo, la poesía y la música. Un muchacho que abandona la ciudad andaluza sin dinero y con versos para encontrar un Madrid feo, frío y sucio.
Por suerte, Bécquer se adaptó a la capital y no abandonó la ciudad madrileña como sí hizo uno de sus amigos y, a pesar de las duras condiciones de vida de sus primeros años allí, mantuvo la esperanza y peleó hasta conseguir sus sueños. Para nosotros es el poeta de las Rimas y el autor de las Leyendas, aunque su producción periodística y su fama como tal en aquel momento, era superior a la de poeta y narrador. Sin embargo, incluso en los artículos más prosaicos, la vena poética de Bécquer se plasma en sus líneas.
Es un febrero de poetas.
En Valladolid nacía Zorrilla el 21 de febrero, en una casa alquilada a la familia que hoy se conserva como museo del poeta. Un niño que afirma ver a su abuela muerta años atrás en una de sus habitaciones. Que se retrata de mayor, muy mayor, en el llamado Jardín Romántico en una de sus breves visitas a la ciudad castellana.
Zorrilla viajó, con su escritorio a cuestas, por Francia, Italia, Inglaterra, México. Que fue laureado y reconocido en vida, que trabajó toda su vida escribiendo. Un José Zorrilla que malvendió los derechos de su obra más conocida y que llegó a detestar.
Larga vida a los poetas de febrero.