Rosario de Acuña obtuvo un gran éxito con su primera obra dramática: Rienzi el tribuno. Tenía veintiséis años. Una historia de telegramas reconstruye la visita que la escritora hizo a Valladolid para asistir al estreno en el teatro Calderón.
En 1877 la compañía de Rafael Calvo decidió abrir temporada con Rienzi. Calvo era un actor famoso de la época y recuperó obras de Calderón de la Barca e impulsó las de Zorrilla.
Un año antes, en 1876, el empresario Aureliano Tresgallo se había hecho con la gerencia del teatro Calderón. Este empezó a invitar a los autores de las obras para que estuvieran presentes en su estreno y, de esta manera, dar mayor realce al teatro.
Una historia de telegramas:
A finales de marzo de 1877, Tresgallo escribió a Rosario de Acuña para invitarla a estar presente en el escenario. El primer telegrama que se conserva está fechado el 31 de marzo. El gestor escribe a Acuña a Zaragoza, ciudad en la que ella reside tras su matrimonio con Rafael de Laiglesia.
Sólo hay una línea: «Lunes por la mañana sale representando por usted. Le damos mil gracias». No sabemos qué significa, pero es el siguiente telegrama el que más información aporta. 2 de abril: «anunciada ayer su aceptación a la invitación nuestra ha sido acojida (sic) con entusiasmo por el público. No venir ya, perjudicaría empresa bastante. La rogamos encarecidamente se haga un supremo esfuerzo». Así que Rosario ha aceptado la invitación, aunque debe viajar desde Zaragoza.
Hay dos telegramas más que, por su carácter familiar, resultan curiosos y conmovedores y, al mismo tiempo, nos dan idea de la independencia que Rosario reivindica. Por lo visto, la exitosa dramaturga necesitaba un vestido para presentarse en el teatro y le pide a su madre que se lo envíe a Valladolid. Su madre le escribe el 2 de abril diciéndole que su padre irá a la ciudad con el vestido. Pero el 4 de abril Rosario les dice que ya no hace falta, que suspenda el viaje porque está todo arreglado. Ese mismo día recibe telegrama de Aureliano Tresgallo: «llegó representante ignorando venían, avisé salida para esperarles estación. Repetimos gracias mil por dignarse honrarnos».
El último telegrama es del 9 de abril, el marido de Rosario escribe desde Cádiz a Valladolid para decirle que ha llegado, que está bien y se hospeda en una fonda. Así que ese día Rosario ya estaba en la ciudad. Una joven de veintiséis años sin marido, sin padres y recibiendo la admiración de público y crítica.
Sabemos que la representación fue un éxito y que ella estuvo sobre el escenario recibiendo flores, palomas, aplausos y una corona.
Esta historia de telegramas ha sido reconstruida gracias al archivo de Memoria de Madrid del Ayuntamiento de Madrid.
Rosario fue la primera mujer en leer sus poemas en el Ateneo de Madrid, viajó sola por España, tuvo una granja de aves en Cantabria, fue masona, librepensadora, alejada de todas las religiones y defensora de la emancipación de la mujer. Por todas estas cuestiones y muchas más y por cumplirse en mayo de este año el centenario de su muerte, hemos publicado Morirse a tiempo. La joven poeta imita al consagrado Campoamor en sus poemas breves y, como si de un cuento se tratara, nos lleva al día de la boda de la triste María.
La artista canaria Jen del Pozo ha creado unas acuarelas llenas de simbolismo que cargan de nuevos significados los versos de la madrileña. Unas ilustraciones disruptivas que nos permiten leer el texto con la visión contemporánea de una sociedad que le debe mucho a una mujer como ella, pionera en vida y obra.